Sobre mi
Y soy doctor en Psicología Clínica por la UAM. Llevo quince años dedicándome a la terapia psicológica, y trece a formar terapeutas para que puedan enfrentarse a cualquier caso con las herramientas adecuadas. Me formé en la Universidad Autónoma de Madrid, donde hice el Máster de Psicología Sanitaria y el doctorado, y también en el Instituto Terapéutico de Madrid (ITEMA), donde he ejercido mi trabajo como terapeuta y formador todos estos años.
… impartiendo asignaturas de corte básico (como psicología del pensamiento y el lenguaje, valores éticos o psicología del ciclo vital) y, sobre todo, de corte clínico (técnicas de intervención, habilidades del terapeuta, tratamiento infantil, tratamiento de adultos…). He sido parte del profesorado del Máster Universitario en Drogodependencias y el Máster Universitario en Terapia Sexual y de Pareja de la UEM, además de haber impartido charlas, seminarios y simposios en distintas universidades y clínicas, y participado como coautor de manuales de evaluación psicológica.
He participado en varios equipos de investigación, fundamentalmente centrados en el estudio de la relación y la interacción terapéutica. También he trabajado entrenando perros de asistencia y enseñando a entrenarlos, de recepcionista, en un alquiler de coches, y en muchas otras cosas bastante alejadas de la academia y sus torres de marfil.
… y también por la constatación de lo importante que es conocer los colectivos con los que se trabaja y el respeto por la historia particular de cada une. Como persona queer, esa experiencia y esa realidad también atraviesan mi forma de entender la terapia, y considero esencial partir de un enfoque interseccional con perspectiva de género y conciencia de clase. Si no se incorpora el análisis de los distintos ejes de opresión o privilegio que nos cruzan, se está apartando algo muy importante que yo, desde luego, no estoy dispuesto a dejar fuera. Evidentemente, esto no significa que solo trate a personas del colectivo LGBTIAQ+; llevo muchísimo tiempo tratando problemas de todo tipo, y la orientación o la identidad de mis consultantes no supone un obstáculo de ningún tipo para el tratamiento.
Poner nombre a un proyecto tan personal como este no es sencillo.
Quería huir de siglas o referencias demasiado académicas, y no quería tampoco caer en referencias mitológicas -que, aunque me gustan, no acababan de convencerme- y conté con ayuda para llegar a esta respuesta que me parece adecuada por muchos motivos. Fundamentalmente, hay una realidad incontestable: vivir deja marca. Esto parece una obviedad, pero está en el centro de todas las cosas que nos ocurren, malas y buenas. Cada vez que interactúas con algo, con otra persona, con tu contexto, contigo mismx, estás aprendiendo algo, estás cambiando.
Las marcas que vamos adquiriendo son esos aprendizajes, como si fueran cicatrices que muestran las cosas que hemos vivido -y las cosas a las que hemos sobrevivido-, y cómo salimos de ellas. Parte del trabajo en terapia es entender cómo se produjeron esas marcas, esas cicatrices, y qué hacer con ellas, si buscar una forma de eliminarlas o modificarlas, si vivir con ellas o volverlas nuestras amigas, nuestras señas de identidad. Porque vivir deja marca, pero a veces podemos elegir qué marca cambiar, cuál quitar y cuál lucir con orgullo.